VINO FINO DE MORILES
Vinos Finos de Moriles
Los vinos de tinaja son la base de los vinos finos, es decir, son vinos que proceden de la de los mostos de uva Pedro Ximénez exclusivamente, fermentados bien en conos de cemento o en depósitos de acero inoxidable para un mejor control de la temperatura de fermentación.
Vinos con características únicas porque se crían baja la acción del velo de flor durante al menos dos años en botas de roble americano, o sea, con las enseñanzas de la crianza biológica y la influencia de las levaduras que forman el manto o velo de flor que lo aísla del aire evitando su oxidación, lo que le otorga firma propia de la uva PX junto al carbonato cálcico de las tierras albarizas de Moriles Altos -Zona de Calidad Superior de la Denominación de Origen Montilla-Moriles- que le aportan finura, suavidad, salinidad y elegancia, cualidades propias de estos pagos.
La “flor” formada espontáneamente por un incesante rosario de levaduras que por estrés suben a la superficie del vino forman un manto blanco y grueso que evita el contacto con el oxígeno y de forma pausada y natural van transformando y cediendo al vino sustancias que lo convierten en un deleite.
Los Vinos Finos de Moriles tienen personalidad y carácter específico por sus condiciones de microclima, suelo y manejo o elaboración, lo que origina vinos singulares de color amarillo verdoso, suavidad y agradable amargor en perfecto equilibrio, aromas punzantes, sorprendente salinidad propia de vinos más cercanos a la costa, combinación de finura y elegancia que deja un largo y grato recuerdo en el paladar que invita a seguir bebiendo.
En la cata son más horizontales que verticales, es decir, piden su tiempo para desplegar todo su poderío. Son vinos de trago corto, para disfrutar en compañía, para comentarlos. En Moriles siempre hablamos algo del vino que estamos bebiendo porque no pasan desapercibidos.
Son vinos secos, sin azucares residuales, su grado alcohólico es de 15 % Vol. obtenido de forma natural, sin necesidad de adición de alcohol vínico, químicamente muy estables, lentos en su proceso de envejecimiento, que “andan poco” decimos, lo que les hace idóneos para las criaderas de cualquier bodega que se precie. Por ello son muy demandados en toda la D. O. P.
Son hijos del tradicional sistema de crianza llamado de “criaderas y soleras”.